Por Diego Córdoba | Foto: Reuters
Me imagino que el titular se pueda entender como un breve manual para alcanzar tal dígito, y al final es lo que todo el mundo –al menos en este lado occidental- quiere llegar a ser. Significado de poder, estatus, respeto, inmortalidad incluso… en síntesis: la gloria eterna, lo que aísla para siempre a los dioses de los mortales comunes y corrientes.
Pero alcanzar la cima también conlleva un gran compromiso y responsabilidad. Muchos dicen que es fácil llegar al tope, lo difícil es mantenerse. Con esa misma responsabilidad se podría resumir la semana nefasta y vergonzosa del –hasta ahora- rey del tenis mundial, el serbio Novak Djokovic y su famosa gira de exhibición Adria Tour, una idea suya que hasta antes de su inicio se veía como una leve esperanza para el retorno sano del deporte blanco.
Nole planeó todo lo necesario para lo que inició como una gira a beneficio con los estelares del tenis por los Balcanes, tierra renacida de las cenizas de los 90 y casi inmune a la pandemia, terminara siendo poco a poco en un verdadero desastre: el mismo tenista recibiendo a los participantes en el aeropuerto con abrazos, partidos a estadio lleno, juegos de basquetbol para calentar motores y para guinda de la torta, una mega fiesta nocturna. Medidas sanitarias cero para un torneo que pudo haber quedado en la historia con un formato amigable: cuatro ciudades en tres países de la península balcánica, sistema todos contra todos y una final con los ganadores de cada grupo disputado entre sábado y domingo por un mes con partidos de solo cuatro games al mejor de tres sets; y al final fue histórico… pero para mal.
La personalidad del exponente serbio sumado a sus logros en los que se cuentan 17 Grand Slams, mundiales representando a Serbia y casi 300 semanas acumuladas al tope del ranking ATP lo convirtieron en todo un símbolo nacional para su país, sin mencionar que colocó al tenis en la primera línea de su nación, antes marginada por el fútbol y el baloncesto en un territorio que era hasta hace un tiempo olvidado en el mundo. Una carrera intachable iniciada en 2003, un perfil más que ideal para un intento de regreso a las canchas y que todo se puede caer como un castillo de naipes
La condena de varios colegas -con la infaltable irreverencia del australiano Nick Kyrgios-, técnicos, leyendas del deporte y de la misma ATP confirma que la gira internacional fue un acto de soberbia por parte de un tenista que se ha mostrado contrario a las vacunas, demostrando también que por más Top One que sea seguirá siendo tan humano como cualquier otro.
Grigor Dimitrov, Borna Coric, Goran Ivanisevic y Viktor Troicki son solo algunos profesionales que dieron positivo por COVID-19 y que fueron seducidos sin presión alguna por Djokovic para contribuir a la causa. Algunos culpan a los gobiernos locales por permitir la exhibición; otros como Srdjan, el padre de Nole, endosando responsabilidad a los propios tenistas por haber aceptado la invitación y propagar la pandemia en esos lugares, quizás para salvar un poco la imagen de su hijo. Lo que sí es cierto es que el Adria Tour claramente no aprendió nada de lo que están haciendo sus vecinos del oeste pese a los pocos casos de Coronavirus presentes en la Europa del sur.
Montenegro, nación pequeña que iba a ser parte de la gira, decidió restarse teniendo solo 469 contagios, un ejemplo que Croacia, Bosnia y Herzegovina (salvado por cancelación) y especialmente Serbia ignoraron. Un evento que quiso por un momento reunir amistosamente a la antigua Yugoslavia mediante el tenis pero que exhibió que no estamos todavía para una normalidad y la negligencia de unos pocos que se basan en números para ser “inmortales”, y en eso Djokovic lo sabe a la perfección.
Tras esto, ¿qué será del tenis? En unas semanas lo veremos con el US Tour que tendrá su parada final en Flushing Meadows, Nueva York…